LO QUE MÁS ME PREOCUPA DE LA MUERTE
Alejandra piensa que la muerte es un
hecho de la vida y estoy de acuerdo con ello, de todas las etapas del hombre, la
muerte tiene que ser la mejor. La muerte y el miedo a morir son absurdos
temores del que no ha hecho nada; son como una cruz y una raya en un cuaderno, cuando
ya no se puede pronosticar el día y la hora sobre lo que uno quiera hacer. Hay
una fea probabilidad de que el miedo a morir y la desesperación de la muerte sean normalmente
inseparables como la uña y la carne. Pensemos en esa realidad, donde el ser se
capta con su sentido original; a ello es a lo que Heidegger llama el “Dasein”, esa palabra alemana que por
ser difícilmente traducible, se suele
transcribir en todos los idiomas de forma igual y que significa “ser-ahí”. No sé el porqué, de pronto nos
interesan estos temas tan filosóficos y llenos de lo misterios del hombre. Como
en aquella reunión con un maestro de música en la casa de otro conocido pianista,
que a veces veo maniático y enfermo compulsivo como la mayoría de los músicos.
– En definitiva, dice Alejandra, se refiere al hombre como “arrojado a la existencia”, ser que
existe en el mundo y actúa sobre las cosas; el sentido de instrumentos del Dasein, descubre, la fatalidad de su
ser. El Dasein aparece
inexplicablemente en la realidad, sobrenada durante su vida en el poder-no-ser, esto es, suspendido
sobre la nada, y, entre sus muchas y fortuitas posibilidades, sólo una es
necesaria: La muerte. El Dasein es un “ser para la muerte”: Sein zum Tode. Todos nos quedamos callados
ante el razonamiento de Alejandra,
luego, dijimos salud y nos despedimos.
Recuerdo a mis hermanos en
otros años, ahora están bien muertos al igual que mi madre, y recuerdo a los
amigos que yacen igual, todos ellos quién sabe ahora donde habitaran, pero o
fueron cremados o están enterrados bajo tierra. Mientras pienso en mi muertos
pienso que todos, en ciertas ocasiones hemos huido de la noche, de su realidad
y del hospital que es esta vida sin más salvoconducto que el que se daría a un
condenado en el infierno, nos dejamos caer en casas de amigos y amigas, y
aunque que no comparten su amor con nosotros, por algo nos reciben, algo así
como su conocimiento de saber que somos los próximos condenados a muerte. Hoy
mis amigas que son condenadamente bellas, exigen con argumentos propios que las
parejas con que salgan estén exentos de la locura, y eso es un imposible, pues
si no estamos locos, siempre tenemos un pie cerca del suicidio o de la muerte.
Hoy, sabiendo esto, nadie me
recibiría en sus casas como un huésped estable. Me parece ver cómo al final de
estas conversaciones imposibles con Alejandra
seré reconducido como alguien que anda con su amiga imaginaria a todas partes.
Un día de estos, me ingresaran al pabellón 18 y moriré, sólo hasta que este
muerto ya no me darán de lata estas ideas, ni Heidegger y su “Dasein”. Por si las dudas y la muerte
me sorprende, dejo este mensaje a mi amiga imaginaria o a Alejandra que para el caso son lo mismo:
Alejandra: cuando leas estas, puedes estar segura que sigo aquí,
vivo; como un imbécil más en el mundo esperando la muerte. Si quieres, me
puedes imaginar como a un león o cualquier felino o animal en cautiverio, no
paseando de un lado al otro de su encierro, sino tumbado en el centro de su
esclavitud.
Si ves mi mirada
fijamente, un poco más adentro de la tristeza que de ellos emana, puedes
apreciar que aún hay algo salvaje en mí, aún puedes percibir cierta ferocidad;
si me incorporo y voy hacía a ti, ten miedo, corre lo más rápido que puedas, porque
puedes estar segura de que si te alcanzo voy a devorar tu corazón.
O me puedes ver
aquí, sencillamente como un gatito sobre la cama, en calma, acaríciable; y
entonces, me llamas por mi nombre: ¡Marco! ¡Marco!... pero Marco no responde,
hace horas que se ha quedo dormido, tieso, muerto.
Lo que más me
preocupa de la muerte no es morir, creo que uno se muere y ya, no siente nada,
no hay nada, será como entrar a un gran silencio oscuro y nada más; me pueden
quemar, me pueden enterrar o partirme en mil pedacitos sin cuidado alguno, al
fin y al cabo, ya no sentiré nada. Ni el paraíso ni el infierno me importan,
porque bien sé que nada existe, uno se muere y ya. No pasa nada, quédense
tranquilos. Es aquí, donde bien les puedo decir, que lo único que me preocupa
de la muerte, son ustedes; eres tú, quién quizá esta leyendo estas palabras
huecas; me preocupas porque te quedarás con este montón de nada, te
quedaras sin este estorbo. Quiero que sepas, sin embargo, que todas las noches,
he dormido a tu lado sin que lo sepas. Y a pesar de los miles de disgustos que
te he dado, debo decirte que aún las discusiones más inútiles, las
conversaciones más insulsas, siempre fueron algo espléndido contigo y ya ni que
decir de los ratos buenos.
Pero nunca te dije
esto, nunca pude expresarte esto, estas difíciles e inútiles palabras, esta
molesta expresión que nunca, nunca te he dicho ni antes te quise decir y nunca
debí decírtelo porque equivale a tu alejamiento, a tu perdida; pero ahora lo
puedo decir, ahora al borde de la muerte puedo hacerlo: Te amo.
Pff! esta contundente confesión no será para mí, pero la destinataria agradecería, sobre todo su "inside" el Marco imposible de proyectarse en vida, se agarra con fuerza de la muerte para ser lo que entre mortales solemos llamar, a pesar de la nada.
ResponderEliminarSaludos!