domingo, 30 de diciembre de 2012

ELLA Y EL DRAGÓN 


Nunca antes había visto a una mujer en un sueño como este. Alejandra es el ser que nos habita o para mí, mi amiga imaginaria y son lo mismo, están en el centro del escenario, su imagen es mi sueño y es como el de unas santas con un dragón, ¿el simbolismo sale sobrando?, lo único importante es que ellas están ahí. 

 ¿Saben? Nunca fui religioso, ni siquiera me han domesticado con el cristianismo, o el budismo, el comunismo, el vegetarianismo o alguna otra creencia de esas que los hombres buscan para no sentirse solos n la vida; lo intentaron mis padres conmigo, pero fallaron, soy un ser libre de pensamiento, o al menos eso creo. Hoy, me aprehendieron los sueños no se si reír o tomarlos en serio. Tampoco he domesticado dragones, pero los sueño. Mucho menos creo que hayan existido, pero ahí están, verdosos y brillantes, con sus escamas y su largura como de serpiente o pez; grandes, muy grandes, gigantes, es decir, monstruosos.

Hay varias muertas, ya son cientos de desaparecidas en el mundo, y yo sueño con dragones y mujeres. Los sueños son como cartas enviadas desde el infierno con una pista dentro – todo un acertijo para el Doctor Freud –. Lo importante de todo esto, es que ellas están en el centro del sueño, ahí está mi amiga imaginaria. ¿O debo decir? Alejandra o ambas. Como sea, o como las veo, las verán ustedes cuando lean estas palabras aquí, en el andén de su tranquilidad. 

Yo sólo soy quién presta su sueño, su imaginación, que es tan grande como la de todos ustedes: ¿Ustedes, también tienen amigas imaginarias? Soy el ser que vive, el detective que sueña, que imagina ir y venir con su amiga por la vida, soy “el ser humano”, sin que esto sea un motivo de orgullo, por el que ustedes ya están soñando conmigo y yo con mi amiga imaginaria y con Alejandra. Pero esto tampoco es motivo de orgullo: ¿qué orgullo puede tener alguien, cuando sabe que va a morir al final de la historia?

Estamos en el centro de un sueño, estamos en el sistema planetario llamado vía láctea. ¿Saben qué? No somos el centro del universo y, para acabarla, la tierra no es plana; tampoco somos los seres más importantes de este mundo, apenas somos una especie de primates en extinción, con un dejo de gran ambición e imperfección, que quieren dominar a todos los demás. Pero a veces soñamos, o ustedes sueñan que me sueñan, o yo los sueño, o sueño a mi amiga imaginaria y a Alejandra, o más exactamente ellas nos sueñan a todos. Lo cierto es que yo solamente escribo sobre estas páginas en la que ya ustedes son personajes. Pero Shshshshsh… el dragón comienza a despertar.

sábado, 29 de diciembre de 2012


EL SUEÑO Y EL TIEMPO


El sueño esta escrito en estrofas regulares, cada uno es un nocturno despertar. Significa un reacomodarse del cuerpo a su idea fija. El cuerpo por lo regular busca el sueño para descansar, pero el inconsciente quiere permanecer cuestionando sobre los misterios de la vida: ¿Quién a osado asesinar a tanta mujer? ¿Por qué esa saña tan malvada? ¿Por qué desquitase con seres humanos hermosos? Pareciera una venganza divina, un cobro por haber incitado a la traición de dios.

El sueño es una lucha a muerte entre el “yo” y el “súper yo”, por no dejar salir los monstruos de nuestro consciente. Uno y otro permanecen a la expectativa. Pareciera que el enemigo – ambos– montaran guardia, él cuerpo sin pegar una sola pestaña; el sueño, se hace cargo de la realidad o de proporcionarle un cierta coherencia de ella. Uno es dueño del cuerpo y el otro de la mente. El señor del cuerpo, cuida y busca el descanso; el señor del sueño, busca resolver los pendientes del alma.

Para la ciudad siempre atormentada, ocurre lo mismo, su conciencia e inconsciencia parecieran luchar una  y otra para apoderarse de  la voluntad de los ciudadanos; su voluntad, su moralidad y su amoralidad. Luchan y permanecen atentando contra la razón una y otra vez, tratando de prevalecer una sobre la otra hasta apoderarse del cuerpo; es decir, de “La ciudad”, pero en su lucha no hacen otra cosa que atormentar al cuerpo y sus habitantes.

Pensamientos, imaginación, creatividad, inteligencia y más pensamientos. Después, nada, silencios magentas, azules, amarillos y negros: luz blanca, incandescente, el silencio. La relación paradigmática de estos cuerpos con la muerte es un recurso fácil, una mala metáfora. Los pensamientos no sueñan, no lloran no se conduelen de sus creadores. Tampoco deben ser pensados como auxiliares de la razón contra la locura. Freud no anunció que la psicología o la psiquiatría eran las ciencias de la locura, sino de su funcionamiento; él sólo propuso una nueva disciplina para estudiar a los cuerpos y a las mentes atormentadas. El desahuciado, el atormentado, observa que la vida no es como la imaginamos y en la perspectiva de la muerte, las cosas son forzadas a ocupar un espacio limitado antes que a un fluir en un tiempo sin forma; supuestamente ilimitado, transparente y sin color. Con inteligencia se va ordenando el sueño, se va posesionando de la realidad, como un cuadro de Dalí el tiempo se nos escurren, la vida se nos escapa, se vuelve un líquidos y pegajoso como la locura.

“En esta ciudad o en cualquiera – dice Alejandra –, todos estamos locos de cierta forma, por eso permanecemos en ellas, no hay gente inocente ya en ninguna ciudad; si fuésemos cuerdos, tomaríamos a nuestro sueño de la mano y nos largaríamos a vivir a un lugar apartado y silencioso; pero no, nos encanta vivir en sociedad, depender de los demás. Para soportarnos tenemos que estar dependiendo de los ansiolíticos, como dice Jellinek: “…la felicidad y la tranquilidad cuestan y hay que pagarlas en la farmacia".

LA HORA DEL DIABLO      










" Las mujeres son putas asesinas, (…), son monos ateridos
de frío que contemplan el horizonte desde un árbol enfermo,
son princesas que te buscan en la oscuridad, llorando,
indagando las palabras que nunca podrán decir.
En el equívoco vivimos y planeamos nuestros ciclos de vida. "
Roberto Bolaño

Tres de la mañana. Él camina por una de las calles cercanas a los bares y centros nocturnos, recuerda con cariño las palabras de su padre y su encomienda para continuar con la tradición de la familia hacia las mujeres. En su mente, también navegan los pensamientos para buscar ser ese equilibrio que nos mantenga como una buena sociedad. Ve ir y venir a los transeúntes, les ve entrar y salir delos negocios a donde van hombres y mujeres a bailar y divertirse. En esta ciudad no hay otra cosa que hacer, sólo trabajar, trabajar y luego divertirse. Divertirse, no es otra cosa que beber cerveza o algo que contenga alcohol para marear el aburrimiento, quizá, ir a bailar con amigas y amigos. ¿Amigos? En la edad del mundo, en la que transcurre nuestras vidas – primera década del siglo XXI–, decir amigos es imposible, más bien, deberíamos decir: conocidos; todo se maneja por un cierto interés creado, nadie esta con nadie, ni siquiera transitoriamente, de no ser por un interés. En las calles a estas horas, casi no hay gente, una que otra pareja ya ebria, borrachos a los cuales quitarles el dinero fácilmente, mujeres lastimadas, solas, mujeres para ayudarles y hacerlas sentir mejor, para aliviar su soledad y sus vidas.

Él, acaricia su arma, ella le hace sentir seguro, casi un dios en esas calles infestadas de malas personas. Ruido de pasos, figuras vestidas de algarabía y pasión en las calles casi vacías. Los bares se llenan y se vacían buscando limpiar los pulmones llenos de aroma a cigarro y hedor a cerveza, en las calles de la ciudad a estas horas no hay otra cosa que hacer: sólo vigilarlas. Los rayos pálidos de las luces de esa hora no puede ser otra que la hora del diablo, alargadas por las sombras y las escasas figuras en esos momentos del miedo; la luz son las sombras, son los autos que circulan presurosos por los antros, bares y tugurios. Sombras de encandiladas criaturas nocturnas, entes con disfraz de seres humanos como papeles dispersos, se encaraman para recibir en sus alas los últimos resplandores de la noche que comienza a terminar. Tintineo del escaso dinero para comprar una última cerveza en los mostradores de los burdeles.
Tres de la mañana. Esta es la hora más difícil de soportar, cuando se ve pasar hacia el centro de la ciudad, con un paso lento de tacones cansados por el baile, figuras medio dormidas y ebrias. A esta hora, uno puede ver a mujeres solas, así como a otras calamidades de la vida y la preferencia sexual, esos que describía un poeta como: “…aquellos que sueñan ser mujeres y nunca lo serán…”.

Las tres de la mañana, la ciudad se mueve como una mujer cansada, vieja y echa un vistazo a su alrede­dor. Por un momento abandona a los tristes y a los solitarios, a los abandonados del amor; a los desgarrados de su carne; otros, avanzan por una callejuela escondida, es casi como un pasillo al matadero, dominando los mugidos y balidos del ganado nocturno, llega entrecortada la melodía nasal de alguna cumbia o alguna otra “música de moda”. Ahora, hombres y mujeres están a punto de la última embestida, cansados por la tensión sexual abren los cerraduras de los autos y avanzan ofuscados en la luz pálida y caliente; flores artificiales, descoloridas de las noches de angustia, agitadas en sucios ca­mastros bajo la venda de los sueños. Yo he llegado a ser uno de esos pobres empleados de la conciencia, Él es un ciudadano que cuida la moral y la conciencia de Morelia, vigila expectante. Ella, es una muchacha, linda, ebria, pasa sola junto a Él sonriendo a alguna insatisfacción íntima, titilando suavemente sus mejillas pálidas. Una sonrisa que probable­mente no volverá a dibujarse en sus labios carnosos. Él la aborda: – Una mujer tan bella no debería caminar a solas por estas calles, son peligrosas. – permítame acompañarle, no tema, soy policía, y le muestra la placa. La chica se siente segura, y sonríe amablemente; pues cuando está en una compañía como esas, las personas inocentes sólo se limitan a sonreír, mostrando sus tristes labios. Pero esa será su última sonrisa triste y furtiva, siente en su vientre una fría y a la vez cálida hoja, es la navaja de Él en su vientre, el líquido caliente y rojo corre hasta llegar a su sexo y de ahí a sus piernas; su quejido es apagado por la mano del oscuro ángel. Ve el gesto de sus labios y su  mirada, tienen una calidad que no se hubie­ra sospechado en ella; en Él hay una cierta capacidad de travesura. Él, hu­biera podido pensar que sería algo más trágica la muerte por la naturaleza de la chica, pero piensa que sólo le faltaba el sentido corriente del humor, es simplemente una ayuda para una mejor existencia. Pero el re­cuerdo obstinado de esa sonrisa en su mente no le hace dudar ahora, ni por un instante. Él sube el cadáver de la mujer al auto, cierra la chamarra de ella para ocultar la herida aún sangrante y conduce tranquilamente hacía las orillas dela ciudad. Piensa: "Las mujeres son putas asesinas, son monos ateridos de frío que contemplan el horizonte desde un árbol enfermo, son princesas que te buscan en la oscuridad, llorando, indagando las palabras que nunca podrán decir. En el equívoco vivimos y planeamos nuestros ciclos de vida". Ya lo decía mi padre.

viernes, 21 de diciembre de 2012


SOY EL TIPO QUE INVESTIGA A LAS MUERTAS 



 Esta mañana, te veo dormir sobre la cama, no bajo las cobijas, junto a tu sueño, veo emerger las imágenes que estas soñando. Salgo de la habitación, cruzo el espejo junto con Alejandra. Nuestro mundo sería mucho mejor, si la realidad no tratará de imitar al reflejo y no al revés. Los espejos de la realidad ya no están llenos de imágenes verdaderas, el color negro ya no es un color, sino la ausencia de él, sólo es el reflejo de todos los colores, el exceso. El blanco, tampoco es un color, sino el reflejo que despiden ciertas superficies al ser tocadas por la luz. Nada es lo que parece, todo lo que creemos ver no es sino un sueño al estar de este lado del espejo. 



 – “Desde hace tanto tiempo detesto al “ser humano” que me habita, quisiera que la Reina de corazones ordenará: “! Qué le corten la cabeza!” –.  Dices Alejandra.



Los humanos como los espejos somos seres abominables porque tendemos a la copula y la reproducción, como lo dice el libro: Anglo-American Cyclopaedia, en el volumen XXVI, en un artículo sobre Uqbar,: “Copulation and mirrors are abominable”. 



Si Alejandra, es del libro de Borges… Ya sé que el texto, en su idioma oiginal, dice uno de sus gnósticos: “…el visible universo es una ilusión o (más precisamente) un sofisma. Los espejos y la paternidad son abominables (mirrors and fatherhood are hateful) porque lo multiplican y lo divulgan”. Así los hombres como los reflejos no hacen otro cosa que engañar, copular, reproducirse y tratar de estar por sobre los otros. 



 Mejor me fugo de esta realidad contigo Alejandra; es decir, con tu reflejo. 



Trato de escapar de la vida, o mejor dicho, quiero morir en ésta. Porque a mi saber y mi entender, yo no he sido “el ser de la vida” de nadie. Sólo soy el reflejo solitario que quiere que sea. Solo soy el tipo que investiga a las muertas y nada más, no le pagan, no tiene asesoramiento forense, ni apoyo logístico, sólo soy el del amor al arte. Voy por ahí molestando a la gente, abriendo cloacas, tratando de hace agujeros en la conciencia de la gente, soy el que nadie quiere, el que esta solo, y el que siempre se queda solo. Como los invitados incómodos que se quedan al final de la fiesta y nadie quiere llevar a su casa. 



 Ahora a través de lo onírico, estoy contigo.  



Alejandra. Dices:

– “La jaula se ha vuelto pájaro y se ha volado y mi corazón está loco, porque aúlla a la muerte y sonríe detrás del viento a mis delirios. Qué haré con el miedo, Qué haré con el miedo”. El mundo o lo que conocemos como tal, se ha convertido en un pájaro. Las palabras que antes me salvaban se transforman en un abismo. 
–¿Y el miedo? – Me preguntas, Alejandra –. Y te respondes por ambos: “El miedo ya no sé donde ponerlo”. 
 Alejandra, aquí las muertes suceden en apariencia por nada y nadie sabe porqué, sólo suceden. O eso creen todos. 
 ¿Sabes Alejandra? Hace algunos días, yo también, he venido soñando que el tiempo tiene imagen y es femenina, es un ángel perverso como todas las mujeres, es lúgubre, y carroñero, viene a enterrarme sus agujas en el costado de la imaginación, asesina mis pensamientos. He aquí la precisión de la perversidad femenina. 


Así que la muerte compensaría mis excesos de pensamientos y alabanzas a las mujeres, ¿o debo decir a los pájaros, o quizá, debo decir, a los ángeles? Me gustaría escuchar tu versión de los hechos algún día pero naturalmente más allá de la muerte, o quizá en otro sueño contigo Alejandra.

viernes, 7 de diciembre de 2012


EL OFICIO DE SOÑAR
Mi oficio comienza al dormir. Después, tan sólo se trata de soñarte. A veces, te extravió cuando cansado de la vida mis pensamientos ni siquiera tienen ganas de imaginar. Entonces, pienso que quizá mi oficio no sea soñarte, ni a ti ni a nadie, quizá mi oficio sea simplemente vivir la supuesta realidad. Pero a veces, sueño que estas sola como lo estás hoy, que deambulas en sabe que territorios y quién sabe con quién.

Pero de que se trata esta historia, estas muertas, estos personajes extraviados en alguna partes del mundo o, en algunas partes de la vida. Robeto Bolaño, diría que estoy robando de cierta forma la trama de su historia; o que quizá, soy el detective salvaje que nunca llego a la cita: Arturo Belano, Lezama Lima; que quizá sea otro detective a la manera de 2666: Amalfitano, Fate o El gran Hanss es decir, Archimboldi. Quizá soy todos y ninguno. Enciendo un cigarrillo y pienso en tantas mujeres muertas, en tantas mujeres extraviadas: Cesárea Tinajero, Lupe. O tu Alejandra o Carolina. Quizá las 200  muertas documentadas por Bolaño en su novela o los miles de mujeres que ya hay asesinadas en el mundo. Todas son raptadas por alguien, todas se van con alguien y aquí surgen una especie de celos. Entonces sé, que mi oficio nunca ha sido celarte, para qué, si has de quedarte con alguien más, si yo termino solo la vida, ya lo sabía: los hombres siempre acaban solos su historia.

Hay ocasiones que en las noches, mis encuentros contigo son distintos, son como estar en una vieja película en blanco y negro, en las que el drama era más importante que las escenas de acción o de terror o qué sé yo; pero estoy muy seguro que los protagonistas principales de la historia somos nosotros, y como en las películas de “Casa Blanca” o en una cinta de Buñuel, el hombre de la historia, “el héroe” (ja), al final de la cinta, termina por quedarse triste en un anden viéndote partir, mientras se fuma un cigarro, solo y en silencio, así es la vida, no hay el final feliz en ninguna historia.

Aunque fatales nubarrones hoy comienzan a ceñir el cielo, en el que por cierto, ya comienza a disiparse mi presencia, aún puedo percibir cierta bruma que cubre tu vida y no te ha dejado verla. Mi nombre es una falta en el reparto de la felicidad en tu vida; y aunque tú misma haces el guión, y eres la directora, y es más, hasta actúas como la actriz principal, bien sé que ignoras que mi presencia en tu historia, te puede ayudar paraqué tu trabajo tenga el éxito que crees merecer. Igual, quizá esta vida será la última vez en que trabajemos juntos o estemos cerca el uno del otro. La angustia que te mantiene despierta tiene un aire de falsedad, de paraíso artificial, de ansiolíticos y salidas por la tangente de la vida, con ganas disfrazadas de viajar.

Hoy, desisto de anotar estas palabras en mi diario. Pero no de anotar en mi cuaderno de sueños esa cosa de la historia de nada, que llenaría cien páginas, “mi oficio es soñarte”, para qué quiero una interpretación de rutina en tu vida, si nunca has querido que forme parte del reparto. En fin: ¿Qué será de nuestra vida cuándo Dostoiveski deje de soñarnos? 

Esta mañana, te veo dormir sobre la cama junto a tu sueño, veo emerger las imágenes que estas soñando. Salgo de la habitación, cruzo el espejo junto con Alejandra. Nuestro mundo sería mucho mejor, si la realidad no tratará de imitar al reflejo y no al revés. Los espejos de la realidad ya no están llenos de imágenes verdaderas, el color negro ya no es un color, sino la ausencia de él, es un color que es sólo el reflejo de todos los colores, el exceso. El blanco, tampoco es un color, sino el reflejo que despiden ciertas superficies al ser tocadas por la luz. Nada es lo  que parece, todo lo que creemos ver no es sino un sueño al estar en esta realidad.

Dices Alejandra: “Desde hace tanto tiempo detesto al “ser humano” que me habita, quisiera que la Reina de corazones ordenará: “! Qué le corten la cabeza!”. Los humanos como los espejos somos seres abominables porque tendemos a la copula y la reproducción, como lo dice el libro: Anglo-American Cyclopaedia, en el volumen XXVI, en un artículo sobre Uqbar,: “Copulation and mirrors are abominable”. Es el libro de Borges…

Si Alejandra ya sé que el texto en su traducción dice uno de sus gnósticos: “…el visible universo es una ilusión o (más precisamente) un sofisma. Los espejos y la paternidad son abominables (mirrors and fatherhood are hateful) porque lo multiplican y lo divulgan”. Así los hombres como los reflejos no hacen otro cosa que engañar, copular, reproducirse y tratar de estar por sobre los otros.

Mejor me fugo de esta realidad conigo Alejandra; es decir, con tu reflejo. Trato de escapar de la vida, o mejor dicho, quiero morir en ésta vida. Porque a mi saber y mi entender, yo no he sido “el ser de la vida” de nadie.

Ahora a través de lo onírico, estoy contigo, Alejandra. Dices: “La jaula se ha vuelto pájaro y se ha volado y mi corazón está loco porque aúlla a la muerte y sonríe detrás del viento a mis delirios: Qué haré con el miedo, Qué haré con el miedo”. El mundo o lo que conocemos como tal, se ha convertido en un pájaro. Las palabras que antes me salvaban se transforman en un abismo. ¿Y el miedo? – Me preguntas, Alejandras –. Y te responds por ambos: “El miedo ya no sé donde ponerlo.

¿Sabes Alejandra? Hace algunos días, yo también, he venido soñando que el tiempo tiene imagen y es femenina, es un ángel perverso como todas  las mujeres, es lúgubre, y carroñera, viene a enterrarme sus agujas en el costado de la imaginación, asesina mis pensamientos. He aquí la precisión de la perversidad femenina. Así que la muerte compensaría mis excesos de pensamientos y alabanzas a las mujeres, ¿o debo decir a los pájaros, o debo decir a los ángeles? Me gustaría escuchar tu versión de los hechos algún día pero naturalmente más allá de la muerte, o quizá en otro sueño contigo Alejandra.

martes, 4 de diciembre de 2012


MI AMIGA IMAGINARÍA O ALEJANDRA

Jack Vettriano© – Dancer For Money
Comienza la historia, no dejó de pensarle un instante, un momento, comienzo a escribir estas palabras, justo ahora cuando ella no esta, hacía días que no recordaba lo que era extrañarla tanto. Mi amiga imaginaría es un país, es una mujer que vuela, va del territorio del sueño al de la vigilia igual que lo hiciera Alejandra, ambas van perdiendo países; pero también van de un país a otro como si se tratará del mismo sueño, igual que Alejandra mi amiga imaginaria se refugia en el sur. La última vez que les vi, habían vuelto al país que tanto odian, al lugar de la violencia y lo surreal con la intención de estar en las fiestas de navidad; (cómo si todavía hubiese que festejar), estas parecen más la firma del armisticio de paz que cada año celebran durante los tiempos de guerra. Aquí hay una guerra, no la pedimos pero vivimos en ella, aquí celebramos las fechas de la hipocresía y el consumo, porque eso parecen más bien, fechas para el consumo y el hacernos que todo esta bien, que las noches son hermosas, aquí no pasa nada, todo transcurre con calma como lo dijera el espurio, el ex-presidente dela re-pública.

Mi amiga imaginaría no soporta estar mucho tiempo en La ciudad, mejor regresa Al puerto, de donde dice que es ahora; ahí, cada fin de año, las familias se reúnen para reconocer el aroma de la pólvora –como dice Vila-Matas–, celebrar las navidades es estar con su compañera, esa otra mujer, - dice ella -, que vuela y le hacía volar también.

Cuando regresó, tan de prisa a La ciudad, ya había una mirada diferente en sus ojos, fue directamente a su cuarto y durmió. En la tarde-noche le insistí para que comiera algo y lo hicimos juntos. Ella me advirtió que tenía que ver la luna. Era bellísima, por un momento me sentí Borges, pero no quise ser él, ya que terminaría regalársela, siento que tratar de emular una acción como la de él, copiando un argumento tan poético, era como ser él mismo Jorge Luis y desisto, porque ella no es María Kodama, ni la luna era la misma que había visto el primer Adán; y tampoco, afortunadamente, diría el argentino casi ciego: yo era Borges, y esto que fortuna. Mi amiga imaginaría tiene un gran parecido con Alejandra Pizarnik, no tanto en cuanto a la locura, pero si un poco en cuanto a ella, son tan parecidas. Ambas pierden un poco de su pasado cada día, ambas se refugian en los medicamentos, ambas están tristes: La jaula se les ha vuelto un pájaro y no saben que hacer  con el miedo.

Mi amiga imaginaría y Alejandra son un país, un continente, un mundo, el mío. Matices del paisaje: del azul al naranja y al crepúsculo, de ahí, al verdoso color de la descomposición del día; demasiado calor, casi cuarenta grados centígrados, horizonte escabroso, nubes lejanas y sin lluvia, suelo calcinante pero no es el desierto, hay sombras opacas y reflejos violentos. El polvo es grisáceo y pegajoso en las calles; dentro de casa, es un polvo fino que no termina de caer nunca. Hay tumbas de niños inocentes flotando en el ambiente, y hay tumbas de mujeres, la mayoría inocentes, que ni siquiera han sido enterradas que se han extraviado en el camino de regreso de la muerte, o siguen deambulando por países extranjeros.

Los sueños parecen virar al espejo y los muros de la cantera cuando el sol declina en las antiguas calles. La espera es cansada en estos días, soy una calamidad, un olvido del destino. Mis enormes fallas están grabadas en estas páginas como en la arena, son una especie de filigrana todas las grafías dibujadas que trazan el aire grueso y pesado; el tiempo también es grisáceo verde y desembocan en el metal oxidado de la historia, hay solamente una luz y es del color de la ciruela oscura, húmeda, palpitante, es como un ángel oscuro de alas pegajosas. La vida ha muerto entre sus columnas desmoronadas y las calles de esta ciudad, los seres humanos han desaparecido, sólo quedan los hombres y mujeres bajo este cielo caliente.

No hay primavera en La ciudad, solamente hay otoño he invierno y siempre están inmersos en un calor aterido, no hay sensación de rejuvenecimiento ni renovación en las cosas. Se sale bruscamente del invierno para caer en la efigie de cera de un otoño demasiado caliente e irrespirable. Pero aquí por lo menos, las bocanadas de la  vida nos sal­van del peso inmutable de la nada del otoño, trepan por encima de la barra, entre las bancas de los parques, agitan los escasos árboles que han sobrevivido a estos días apocalípticos.

La ciudad ha sido construida a medias e imaginada por otros hombres ya olvidados en algún instante del tiempo, sin embargo, es absoluta­mente real, empieza y termina en nosotros, tiene sus raíces plantadas en nuestra memoria. ¿Por qué debo volver a ella noche tras noche, escribiendo junto al fuego del infierno y mientras el viento del occidente se aferra a esta ciudad, la aprieta y luego la suelta, doblando los árboles como arcos. ¿No he dicho ya bastante de La ciudad? ¿Me dejaré conta­minar otra vez por los sueños de La ciudad y el recuerdo de sus habitantes? ¡Esos sueños que creí cerrados bajo llave en el papel, confinados en las cámaras blindadas de la me­moria! Se diría que me complazco en mi desdicha. Pero no es así. Un solo factor casual ha cambiado todo, me ha obli­gado a volver sobre mis pasos. La memoria, echándose un vistazo en el espejo. Mi amiga imaginaría y Alejandra son una ciudad, un país, un continente, un mundo, el mío.

viernes, 30 de noviembre de 2012


LA ESTACIÓN TERMINAL Y UN SWITCH

Jack Vettriano – The Look of Love?
Sé que el amor selecciona sus ciudades, cada pasión escoge su casa, su forma de caminar por los pasillos de su propio laberinto, o su forma de oprimir el switch para apagar las luces. Así también deberíamos poder apagar  nuestros pensamiento, nuestra racionalidad. También sé que hay un pórtico hipnotizador en cada labio. Existe una escalera sin números llena de pequeñas grietas, por donde se filtra una breve luz que ilumine la verdad del horror. Cada sueño tiene formas distintas de inventar corazones o pronunciar los nombres al contestar el teléfono. Cada ilusión busca siempre la forma de tapar su sombra desnuda, con los lienzos apropiados para el cuadro.

Hay un día en el calendario, con el nombre oculto de una mujer que nos aguarda en el final de la historia. Detrás de cada calle hay un rencor deseable, un arrepentimiento tardío. En todo corazón hay una cicatriz que no sanará jamás. El amor tiene un nombre diferente para cada uno de nosotros y lo podemos escribir de diferentes formas para designar al ángel que deseamos.

Así que ahora, me voy por un momento de la vida y les aviso: un día regresaré; tal vez mañana, quizá después; porque también sé que cada tiempo necesita de su desdichado y el de ustedes, el tuyo, quizá sea yo.

Pareciera que acaban de ingresarme en este vagón, el 1553, o a esta ciudad, a esta especie de sanatorio, a esta casa de salud; y sin embargo, aquí nací y seguramente aquí moriré, a pesar mío. ¿Cuántos años más duraré aquí? En fin, a quién le puede importar. Tú eres joven y seguramente ya estarás siendo otra persona: “…es tan corto el amor y es tan largo el auto engaño ”. Qué digo el auto engaño  lo imbécil de uno cuando se enamora. Desde hoy, prefiero el lirismo, la soledad, la tristeza, la observación exacta del problema, el pensamiento y la lengua bien ubicados; por supuesto, los amores baratos, las relaciones exprés; tanto así que me planteo el futuro en este crucigrama que no logro resolver.

¿Te escribiré un libro en La Estación Terminal? Un libro en el que resuelva  el misterio de las mujeres asesinadas, y el de los extravíos de mis amigas imaginarias. Un libro que permanezca abierto, que no languidezca en la parsimonia perezosa del olvido. Un libro en el que las frases transiten como si fueran mis ojos, o como si fueran un paraje extraño con libros de álgebra empapados en sangre y secándose en sol mientras son observados por turistas austriacos. O mejor un libro para ver un parque lleno de gente leyendo y que la gente fuera mexicana, si mexicanos desacostumbrados a estos inconvenientes de que les tomen fotografías mientras leen.

No, no haré nada que se parezca a una mancha olvidada en el paisaje. Pero debo advertir, en ese libro y en ese hospital, habrá un vagón para enfermos  terminales como nosotros, y una habitación,  la 1553 destinada para asesinos. Y claro, para nosotros los inconformes con la realidad, gente preocupada por el arte y todo aquello que le estorbe a este mundo. De vez en cuando, habrá una observación estúpida, una piedra que se desprenda de uno de estos muros en los que ahora estoy auto-encerrado, por ser incongruente con el saludo transmitido por los racionales de la ciudad, por los habitantes de la ciudad, seres humanos horribles, que más parecen institutrices de esas que no dejan en paz a los niños a ninguna hora del día. Mientras yo escribo esto, ya ha pasado del mediodía, tú duermes con una tranquilidad  capaz de no escuchar todas las consignas; pero en tu sueño ha una reserva al buen humor, quizá la clave de todo esto, esta en oculta en la primera línea de la narración como si se tratará del primer verso que escribe uno, para que el poema entre en movimiento como por arte de magia, o en la primera frase con que uno comience a escribir la historia.

jueves, 29 de noviembre de 2012


EL COMIENZO
Como comenzar a contar esta historia, donde los principales protagonistas son la desdicha, el desamor, la muerte y la tristeza. Quizá como lo dicen los demás relatos, por el principio:

A esa hora las calles de la ciudad, son una larga contemplación, el color, la luz transpirando a través de los árboles, las plantas contrastan junto a los edificios; a esta hora, todos somos juegos de sombras como el pasado. Polvo de otros días acumulados en la memoria y nada más. El aroma del pavimento caliente parece recién regado. Nubes livianas se proyectan en el cielo como una película en tercera dimensión, pero en colores sepia y como parte de un paisaje apocalíptico; la mañana y las nubes se deslizan casi a ras del suelo como una promesa de frescura y renovación; sin embargo, rara vez traen lluvia. Sobre ese fondo se proyectan tristes colores ocres,  pero sin perder el sepia, tonalidades rojas y verdes polvorientos, malva pastel y un carmesí profundo y diluido. En estos días la humedad del verano da un leve toque de ebriedad al aire. "Todo parece estar hecho de chicle" como dice el Maestro  López, mi amigo pintor que ve a este mundo como realmente es: horroroso.

Luego, viene el aire seco, vibrante, cargado de áspera estática, inflama el cuerpo bajo la ropa liviana. Todos parecemos sólo trozos de carne, embutidos en ropas que más parecen ya garras para una venta de barata. La carne despierta, siente los barrotes de su prisión. Apenas comienza el amanecer, puede ser cualquier día de la semana, al fin que aquí todos parecen iguales, apenas va amaneciendo y ya hay una prostituta ebria de soledad caminando por una calle cerca del templo del Carmen – en este país jodido y engañado por los políticos, uno busca la manera de sobrevivir muy temprano –, no queda esperanza, ella va regando fragmentos de una canción tonta como si fueran pétalos de una flor; una canción bonita diría ella; y es que ella, no sabe nada de lo que "los intelectuales" llaman estética, no sabe de poesía o de filosofía, ni tenía porque saberlo. ¿Es aquí donde he encontrado los acordes seductores de esa música sublime que me impulsan a entregarme para siempre a la ciudad? Arde ante cada historia que le sirve de combustible a sus caprichos, aquí todos son dueños de todas las historias, uno llega un día, cuenta su desastre y se marcha; nada permanece, mañana "un ente" la contara como si fuera de él.

hacia la tarde-noche los jóvenes, y otros no tanto iniciaran la caza de una desnudez cómplice en esos pequeños bares y cafés de nombres surrealistas, como El Limbo, El Cactux o Las Rosas, la cantina más grande de la ciudad, una plaza pública donde suelen ocurrir los encuentros y desencuentros más extraños, a los que se suele concurrir para conocer la ciudad; las muchachas y los muchachos, nerviosos, juegan al amor bajo las lámpara y bajo la mirada de las estatuas y los maniquíes de los aparadores. Aquí, a los pocos seres humanos que quedan les cuesta respirar y en cada beso reconocen el gusto de la soledad viva.

He venido a reconstruir piedra por piedra esta ciudad en mi mente, estas provincias melancólicas llenas de "ruinas sombrías" y de su vida. El estrépito de los autos estremeciéndose en sus venas metálicas mientras la transitan. Los aromas y  los olores rancios aun mundo viejo son constantes. Allí nos encontrábamos a menudo mi amiga imaginaria y yo. En primavera y verano, había un tenderete abigarrado de entes extraños y ahí era donde a ella y a mi nos gustaba paladear el sabor de la cerveza al empezar la excursión antropológica. Naturalmente, llegaba siempre un poco tarde, de vuelta quizá de su trabajo en la librería del judío o una cita oscura en la que yo trataba de no pensar.


Tan frescas, tan jóvenes eran sus palabras - y deben de serlo ahora que anda por el sur -, pétalos abiertos en su boca que caía sobre mi pensamiento para saciar la sed del verano. Quizás la mujer que le  había robado "el ser" rondaba aún en su memoria, quizá persistía aún en ella el polen de sus besos. Pero eso importaba muy poco, ahora que sentía el leve peso de su cuerpo apoyando su brazo en el mío, sonriendo con la sinceridad generosa de los que han renunciado a todo secreto. Era bueno estar ahí, un poco tímidos, respirando agitadamente porque sabíamos lo que a cada uno esperaba del otro: nada, solo el complicado amor de la amistad. Los mensajes se transmitían prescindiendo de la conciencia, por la pulpa de los labios, por los ojos; yo sabía que nunca obtendría nada, sólo eso, contemplarla y escucharla y así era feliz. Permanecer allí alegremente, bebiendo la tarde-noche del verano, y una ciudad profundamente olorosa a cerveza y a viejo, como si fuera parte del paisaje. Así comienza el relato de su regreso, y así comienzan las historias de otras historias aunadas a la nuestra que les relataré más tarde.

miércoles, 21 de noviembre de 2012


LA CIUDAD

Aquí no hay otra cosa que nostalgia, la tristeza convertida en luz, la tarde o el reflejo de lo que es la vida, lo triste, la escritura pausada, el espacio en el infinito tiempo en el que no se encuentro nada, excepto soledad. El aire transita pesado, entra por la nariz, pasa por las cavidades torácicas con un dejo de lastima, llega a los pulmones, lo expiro lentamente en ráfagas excitantes: son los finales de julio. El verano se siente como una broma gigante que ya comienza a alejarse,  la cercanía del otoño se convierten en una sospecha. en otra broma de la vida que apenas comienza. El cielo es nacarado, nublado, a ratos lluvioso, un juego entre lo surreal de la vida en esta ciudad y la calidez del pensamiento, único refugio en el que me siento seguro del destino y lejos de la realidad monstruosa. El crepúsculo tiene una belleza insospechada para el arte, pero es efímero, como todo, siempre termina dando paso a la oscuridad, esa otra broma del destino en la que suele refugiarse el azar y todas sus maldiciones llamada noche. Hay grillos en los rincones umbrosos que ya comienzan a cantar; ahora el viento esta penetrando en las ruinas de la ciudad, va inventando otras ruinas, otra ciudad escondida dentro de ésta.

Me he ocultado en esta ciudad con algunos libros y mi hijo. No sé por qué empleo la palabra "ocultar", cuando estoy a la vista de todos. Todos, son los habitantes de estas ruinas, dicen bromeando que sólo un ido de la mente puede elegir una ciudad como ésta, para restablecerse. Bueno, digamos, si se prefiere, que sigo aquí para curarme de mi pasado.

De noche, cuando el viento grita y mi hijo duerme apa­ciblemente en su cama, o en el sillón de la sala, enciendo una lámpara y doy vueltas en la habita­ción pensando en mis amigos, en el pasado. Retrocedo paso a paso en los laberintos de la memoria, del recuerdo, para llegar a la ciudad donde viví un lapso tan breve, un siglo nunca será mucho tiempo dentro del infinito, la ciudad que se sirvió de nosotros como si fuéramos su lama, nos envolvió en conflictos que eran suyos y creíamos equivocadamente nuestros.

¡He tenido que quedarme aquí para comprenderlo todo! En este desolado paisaje que eructa desastre y arranca noche a noche de las tinieblas las palabras, lejos del polvo calcinado y acumulado; ahora, en este cuaderno sobre aquellas tardes, veo al fin que ninguno de nosotros puede ser juzgado por lo que ocurrió entonces ni por lo que sucederá mañana. La ciudad es la que debería ser juzgada, condenada a muerte y no nosotros; pero somos sus hijos, y quienes debemos pagar el precio.

En esencia, ¿qué es la ciudad? ¿Qué resume su palabra? Evoco en seguida innumerables calles donde se arremolina el polvo. Hoy es de las moscas y los mendigos, de los delincuentes y de los políticos y entre esas especies, quedamos nosotros, todos aquellos que somos las víctimas y lle­vamos una vida inexistente.

No cabe duda, todavía hay quien habla de las ciudades como del paisaje de una postal. En ella no sucede nada todo transcurre en calma. Más yo pienso en una ciudad pobre, en calles inventadas por muros, simulando avenidas por donde transita la soledad y hombres silenciosos bajo el manto de su hambre, de su silenciosa muerte. Aquella sombra, junto al crepúsculo del páramo es la luz de la memoria que aún no se atreve a desnudarse. El olvido sí, es quien inventa la memoria que ya no nos pertenece, ni a esta ciudad habitada por los muertos ni a los sueños de los sueños de nuestros abuelos. Presencias súbitas con las que la luz de las palabras nos dicen que ya no existimos que sólo ellas recuerdan e inventan la ciudad. Ya no hay memoria que guarde entera la ciudad, no hay imágenes, sólo palabras, piedra, luz, polvo.