EL OFICIO DE
SOÑAR
Mi oficio comienza al dormir.
Después, tan sólo se trata de soñarte. A veces, te extravió cuando cansado de
la vida mis pensamientos ni siquiera tienen ganas de imaginar. Entonces, pienso
que quizá mi oficio no sea soñarte, ni a ti ni a nadie, quizá mi oficio sea
simplemente vivir la supuesta realidad. Pero a veces, sueño que estas sola como
lo estás hoy, que deambulas en sabe que territorios y quién sabe con quién.
Pero de que se trata esta
historia, estas muertas, estos personajes extraviados en alguna partes del
mundo o, en algunas partes de la vida. Robeto Bolaño, diría que estoy robando
de cierta forma la trama de su historia; o que quizá, soy el detective salvaje que nunca llego a la cita: Arturo Belano, Lezama
Lima; que quizá sea otro detective a la manera de 2666: Amalfitano, Fate o El gran
Hanss es decir, Archimboldi. Quizá soy todos y ninguno. Enciendo un cigarrillo
y pienso en tantas mujeres muertas, en tantas mujeres extraviadas: Cesárea
Tinajero, Lupe. O tu Alejandra o Carolina. Quizá las 200 muertas documentadas por Bolaño en su novela
o los miles de mujeres que ya hay asesinadas en el mundo. Todas son raptadas
por alguien, todas se van con alguien y aquí surgen una especie de celos. Entonces
sé, que mi oficio nunca ha sido celarte, para qué, si has de quedarte con
alguien más, si yo termino solo la vida, ya lo sabía: los hombres siempre acaban solos su historia.
Hay ocasiones que en las
noches, mis encuentros contigo son distintos, son como estar en una vieja
película en blanco y negro, en las que el drama era más importante que las
escenas de acción o de terror o qué sé yo; pero estoy muy seguro que los
protagonistas principales de la historia somos nosotros, y como en las
películas de “Casa Blanca” o en una cinta de Buñuel, el hombre de la historia,
“el héroe” (ja), al final de la cinta, termina por quedarse triste en un anden
viéndote partir, mientras se fuma un cigarro, solo y en silencio, así es la
vida, no hay el final feliz en ninguna historia.
Aunque fatales nubarrones hoy
comienzan a ceñir el cielo, en el que por cierto, ya comienza a disiparse mi
presencia, aún puedo percibir cierta bruma que cubre tu vida y no te ha dejado
verla. Mi nombre es una falta en el reparto de la felicidad en tu vida; y
aunque tú misma haces el guión, y eres la directora, y es más, hasta actúas
como la actriz principal, bien sé que ignoras que mi presencia en tu historia, te
puede ayudar paraqué tu trabajo tenga el éxito que crees merecer. Igual, quizá
esta vida será la última vez en que trabajemos juntos o estemos cerca el uno
del otro. La angustia que te mantiene despierta tiene un aire de falsedad, de
paraíso artificial, de ansiolíticos y salidas por la tangente de la vida, con
ganas disfrazadas de viajar.
Hoy, desisto de anotar estas
palabras en mi diario. Pero no de anotar en mi cuaderno de sueños esa cosa de
la historia de nada, que llenaría cien páginas, “mi oficio es soñarte”, para
qué quiero una interpretación de rutina en tu vida, si nunca has querido que
forme parte del reparto. En fin: ¿Qué será de nuestra vida cuándo Dostoiveski
deje de soñarnos?
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