martes, 4 de diciembre de 2012


MI AMIGA IMAGINARÍA O ALEJANDRA

Jack Vettriano© – Dancer For Money
Comienza la historia, no dejó de pensarle un instante, un momento, comienzo a escribir estas palabras, justo ahora cuando ella no esta, hacía días que no recordaba lo que era extrañarla tanto. Mi amiga imaginaría es un país, es una mujer que vuela, va del territorio del sueño al de la vigilia igual que lo hiciera Alejandra, ambas van perdiendo países; pero también van de un país a otro como si se tratará del mismo sueño, igual que Alejandra mi amiga imaginaria se refugia en el sur. La última vez que les vi, habían vuelto al país que tanto odian, al lugar de la violencia y lo surreal con la intención de estar en las fiestas de navidad; (cómo si todavía hubiese que festejar), estas parecen más la firma del armisticio de paz que cada año celebran durante los tiempos de guerra. Aquí hay una guerra, no la pedimos pero vivimos en ella, aquí celebramos las fechas de la hipocresía y el consumo, porque eso parecen más bien, fechas para el consumo y el hacernos que todo esta bien, que las noches son hermosas, aquí no pasa nada, todo transcurre con calma como lo dijera el espurio, el ex-presidente dela re-pública.

Mi amiga imaginaría no soporta estar mucho tiempo en La ciudad, mejor regresa Al puerto, de donde dice que es ahora; ahí, cada fin de año, las familias se reúnen para reconocer el aroma de la pólvora –como dice Vila-Matas–, celebrar las navidades es estar con su compañera, esa otra mujer, - dice ella -, que vuela y le hacía volar también.

Cuando regresó, tan de prisa a La ciudad, ya había una mirada diferente en sus ojos, fue directamente a su cuarto y durmió. En la tarde-noche le insistí para que comiera algo y lo hicimos juntos. Ella me advirtió que tenía que ver la luna. Era bellísima, por un momento me sentí Borges, pero no quise ser él, ya que terminaría regalársela, siento que tratar de emular una acción como la de él, copiando un argumento tan poético, era como ser él mismo Jorge Luis y desisto, porque ella no es María Kodama, ni la luna era la misma que había visto el primer Adán; y tampoco, afortunadamente, diría el argentino casi ciego: yo era Borges, y esto que fortuna. Mi amiga imaginaría tiene un gran parecido con Alejandra Pizarnik, no tanto en cuanto a la locura, pero si un poco en cuanto a ella, son tan parecidas. Ambas pierden un poco de su pasado cada día, ambas se refugian en los medicamentos, ambas están tristes: La jaula se les ha vuelto un pájaro y no saben que hacer  con el miedo.

Mi amiga imaginaría y Alejandra son un país, un continente, un mundo, el mío. Matices del paisaje: del azul al naranja y al crepúsculo, de ahí, al verdoso color de la descomposición del día; demasiado calor, casi cuarenta grados centígrados, horizonte escabroso, nubes lejanas y sin lluvia, suelo calcinante pero no es el desierto, hay sombras opacas y reflejos violentos. El polvo es grisáceo y pegajoso en las calles; dentro de casa, es un polvo fino que no termina de caer nunca. Hay tumbas de niños inocentes flotando en el ambiente, y hay tumbas de mujeres, la mayoría inocentes, que ni siquiera han sido enterradas que se han extraviado en el camino de regreso de la muerte, o siguen deambulando por países extranjeros.

Los sueños parecen virar al espejo y los muros de la cantera cuando el sol declina en las antiguas calles. La espera es cansada en estos días, soy una calamidad, un olvido del destino. Mis enormes fallas están grabadas en estas páginas como en la arena, son una especie de filigrana todas las grafías dibujadas que trazan el aire grueso y pesado; el tiempo también es grisáceo verde y desembocan en el metal oxidado de la historia, hay solamente una luz y es del color de la ciruela oscura, húmeda, palpitante, es como un ángel oscuro de alas pegajosas. La vida ha muerto entre sus columnas desmoronadas y las calles de esta ciudad, los seres humanos han desaparecido, sólo quedan los hombres y mujeres bajo este cielo caliente.

No hay primavera en La ciudad, solamente hay otoño he invierno y siempre están inmersos en un calor aterido, no hay sensación de rejuvenecimiento ni renovación en las cosas. Se sale bruscamente del invierno para caer en la efigie de cera de un otoño demasiado caliente e irrespirable. Pero aquí por lo menos, las bocanadas de la  vida nos sal­van del peso inmutable de la nada del otoño, trepan por encima de la barra, entre las bancas de los parques, agitan los escasos árboles que han sobrevivido a estos días apocalípticos.

La ciudad ha sido construida a medias e imaginada por otros hombres ya olvidados en algún instante del tiempo, sin embargo, es absoluta­mente real, empieza y termina en nosotros, tiene sus raíces plantadas en nuestra memoria. ¿Por qué debo volver a ella noche tras noche, escribiendo junto al fuego del infierno y mientras el viento del occidente se aferra a esta ciudad, la aprieta y luego la suelta, doblando los árboles como arcos. ¿No he dicho ya bastante de La ciudad? ¿Me dejaré conta­minar otra vez por los sueños de La ciudad y el recuerdo de sus habitantes? ¡Esos sueños que creí cerrados bajo llave en el papel, confinados en las cámaras blindadas de la me­moria! Se diría que me complazco en mi desdicha. Pero no es así. Un solo factor casual ha cambiado todo, me ha obli­gado a volver sobre mis pasos. La memoria, echándose un vistazo en el espejo. Mi amiga imaginaría y Alejandra son una ciudad, un país, un continente, un mundo, el mío.

1 comentario:

  1. Has implementado el sentido del humor, tirándole un poco al sarcasmo y eso, mueve más que cualquier hecho circunstancial.
    Tus descripciones y cierto grado de lirismo en tu prosa, siguen siendo exquisitos. Y la inclusión de diálogos le da una textura maravillosa a los textos, sobre todo tratándose de relatos en monólogo.

    Un abrazo

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