EL SUEÑO Y EL TIEMPO
Para la ciudad siempre atormentada, ocurre lo mismo, su conciencia e
inconsciencia parecieran luchar una y
otra para apoderarse de la voluntad de
los ciudadanos; su voluntad, su moralidad y su amoralidad. Luchan y permanecen
atentando contra la razón una y otra vez, tratando de prevalecer una sobre la
otra hasta apoderarse del cuerpo; es decir, de “La ciudad”, pero en su lucha no hacen otra cosa que atormentar al
cuerpo y sus habitantes.
Pensamientos, imaginación,
creatividad, inteligencia y más pensamientos. Después, nada, silencios magentas,
azules, amarillos y negros: luz blanca, incandescente, el silencio. La relación
paradigmática de estos cuerpos con la muerte es un recurso fácil, una mala
metáfora. Los pensamientos no sueñan, no lloran no se conduelen de sus
creadores. Tampoco deben ser pensados como auxiliares de la razón contra la
locura. Freud no anunció que la psicología o la psiquiatría eran las ciencias
de la locura, sino de su funcionamiento; él sólo propuso una nueva disciplina
para estudiar a los cuerpos y a las mentes atormentadas. El desahuciado, el
atormentado, observa que la vida no es como la imaginamos y en la perspectiva
de la muerte, las cosas son forzadas a ocupar un espacio limitado antes que a
un fluir en un tiempo sin forma; supuestamente ilimitado, transparente y sin
color. Con inteligencia se va ordenando el sueño, se va posesionando de la
realidad, como un cuadro de Dalí el tiempo se nos escurren, la vida se nos
escapa, se vuelve un líquidos y pegajoso como la locura.
“En esta ciudad o en cualquiera – dice Alejandra –, todos estamos locos de cierta forma, por eso permanecemos en ellas, no hay gente inocente ya en ninguna ciudad; si fuésemos cuerdos, tomaríamos a nuestro sueño de la mano y nos largaríamos a vivir a un lugar apartado y silencioso; pero no, nos encanta vivir en sociedad, depender de los demás. Para soportarnos tenemos que estar dependiendo de los ansiolíticos, como dice Jellinek: “…la felicidad y la tranquilidad cuestan y hay que pagarlas en la farmacia".
El comienzo es fascinante, después, cuando aparece Freud, se va perdiendo la autonomía del texto. Es como si nuestro mundo fuera la imaginación de Freud en lugar de la nuestra, vivimos en un lugar subordinado a otras imaginaciones, lo cual me parece patético. Yo viviría feliz con mi propia imaginación, con mi sueño de la mano, lléveme a donde me lleve, a la colisión con la energía humana de las grandes urbes, o al aislamiento.
ResponderEliminarDe cualquier modo un texto que da de qué hablar.
Saludos Marco.
pd. una sugerencia, porqué no pones las aplicaciones de seguidores para que aquellos que te visiten y quieran enterarse de tus actualizaciones se registren?, sería bueno para el blog. Avísame si puedo ayudar en algo :)